
Palito sobre palito, atadura tras atadura, escasos materiales, arqueadas a veces por el inclemente viento, mojados por la lluvia acalorados por el sol.
Torres de uno, torres de dos, de familias, palito tras palito haciendo una estructura cada vez mas grande, ansiosos por ser la torre más alta, desde arriba parecen las torras más pequeñas difíciles de ver.
A veces quedan vacías, de tanto en tanto inmensas estructuras quedan baldías decayendo con el tiempo, también ocurre que algunos se animan saltando para llegar desde su torre, a veces lo logran, otras no. Las torres baldías suelen tener muchos muertos alrededor.
Palito tras palito, todos en la tarea, comparándose, celándose, apremiados como si no hubiera mañana, desde chicos con los pies sobre la torcida madera muerta, la caña, la paja, los retazos venidos a material de construcción.
Hasta que caen, a veces por distraídos, otras por haber heredado una torre deficiente, o haber construido mal la propia, “caer en desgracia” dicen los de las torres altas quienes al estar más arriba mas temen al suelo.
Panfletos, folletos, libros y programas de T.V. hablan sobre las vidas de quienes dominan el valle desde las alturas, y de los que habitan las bajas partes, para que quienes estén a media altura deseen y teman, en todo caso, para que no dejen de trabajar.
No recordaban sus pies la tierra, parados sobre palitos, toda la vida, se preguntaba que había para el otro lado de la aldea de las torres, pero temía en secreto, y las voces decían que era mejor estar quieto, palito sobre palito.
Algunos habían caído los pudo ver, las lagrimas la impotencia, los mocos negros de tierra, las caras rojas en expresión de ahogo, arrastrándose a pesar de tener piernas, reclamando desde el fondo por ser oídos.
Hay sistemas de ayuda para izarlos de nuevo, algunos lo toman, otros no cesan de caer una y otra vez, se hacen adictos a los palitos prestados, con el tiempo, dejan de mover incluso los brazos.
Cuando sus pies tocaron la tierra un recuerdo ancestral le susurró al oído que las piernas estaban hechas para caminar, no solo para mantener la cabeza alta sobre las torres, y caminó.
Muchas voces quisieron ayudarle, convencerle de que había caído en desgracia, y ante su negativa sus padres le dieron las espalda, su barrio, sus amigos, su comunidad, así que tuvo que migrar.
Pies para pisar palitos, manos para atar, voces para gritar entre torres, fuerza para sostenerse, sueño para descansar y juntar más palitos.
Bajo las torres, tras el monte, cruzando el arroyo, lejos de los gritos, los pájaros cantan, el sol brilla, los pies caminan y otra gente habita.
Tuvo que callar las voces para saber quién era.