lunes, 10 de diciembre de 2007

CAVILACIONES 135 - EL HABITO DE HABITAR

Cuando llegué mi madre llevaba varias horas charlando conmigo, afortunadamente, ella no es mucho de oír, así que no se dio cuenta cuando ocupé mi lugar para contestarle por primera vez en la mañana.
Me solía pasar de llegar tarde a ciertas citas, era difícil estar en todos lados y llenar de vida las cáscaras para que nadie saliera lastimado.
Con el tiempo me había olvidado de hacerme la pregunta.
A veces, y con los que me conocían de mucho antes, era mas fácil pasar desapercibido, pues ellos me demandaban menos energía y atención, eso si, la piel estaba mas reseca y era mas estrecha, lo que me incomodaba bastante.
Hacía rato que no me preguntaba, y no me daba cuenta.
Marcelo fue el primero en notar algo raro, o eso creí, por un segundo se me heló la sangre, él se había levantado de la silla de modo brusco, tenía cara de enojado, dijo un par de palabras y se fue del bar. Para cuando yo me había calzado la piel, él ya se había ido hacía cinco minutos. Después le llamé a su casa, su mamá me dijo que se había ido a la Facu. Me quedé un rato largo usando esas fachas, a ver si lograba dar con Marcelo. Para cuando logré hablar con él había partes que se me había pegado. Tuve que usar agua caliente y jabón blanco. Igual, para mi tranquilidad, no se había dado cuenta de nada, estaba enojado por otra cosa.
A esa altura no sabía si hubiera podido responderme de tanto no preguntarme.
Había perdido la cuenta de la cantidad de pieles desperdigadas en los reductos de mi vida. Algunas mas nuevas, otras mas arrugadas, otras suaves, resecas, frescas, apretadas, de tantas maneras. Con el tiempo hasta había algunas de color gris ceniza. Lo curioso y lo bueno era que nadie se daba cuenta.
Un día, sin mucho meditar, me animé y me pregunté.
Quise saber si lo que hacía era o que realmente quería hacer o si el miedo de no ser aceptado con mi piel nueva hecha de hábitos, pensamientos, sentimientos e ideas diferentes a otras épocas haría que me dejaran solo.
Que no me quisieran de esta otra manera que estaba siendo.
Si era por ese terror que daba vida a enmohecidas apariencias en el afán de permanecer en el circulo del afecto.
Me pregunté si de la manera en que estaba siendo me aceptarían sabiendo que la respuesta estría en compromiso con la acción.
No quise saber la respuesta.
Me puse tres pieles antes de salir a la calle, una encima de otra, este invierno era especialmente frío y las iba a necesitar para evitar sentir algo.

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