lunes, 10 de diciembre de 2007

CAVILACIONES 128 - MECANISNOS

El reloj, como otros aparatos a cuerda, tiene en su interior un resorte de metal que se tensa al hacer girar la perilla. Esta tensión interna hace que el reloj pueda funcionar, es decir, hacer que los engranajes giren y las agujas se muevan para indicarnos la hora.
También es cierto que tiene un tiempo de vida limitado y que con el correr del tiempo pueden empezar a haber malfuncionamientos, producto del desgaste de las piezas o de que el resorte va perdiendo su resistencia a la torción, disminuyendo la cantidad de energía aprovechable por acción de darle cuerdas.
A pesar de ser, algunos de estos artefactos, a partir de cierto momento, inútiles para medir el tiempo, que es para lo que fueran concebidos, devienen en obras de arte y se venden por acaloradas sumas en el mercado de antigüedades, cobrando el valor de pieza de arte y de referente histórico de la época en la que fuera creado, con sus gustos y apreciaciones estilísticas de la belleza.
Es la tensión interna es la que nos mueve, esa insatisfacción permanente, nutrida por los medios que nos empujan a consumir, tanto productos, como modelos de belleza. Cuando el resorte interno ya no empuja lo suficiente, pasamos a ser un elemento social prescindible, quedando en testigos de nuestras épocas de juventud para quien este dispuesto a desenmarañar una charla con nosotros.
Claro que sigue habiendo tensión interna, pero a nadie le interesa ver una hora que está atrasada.
Queda el refugio de pensar que tal vez a alguien le atraiga la dimensión artística del ser que fuimos creando día a día.
Queda la relación del objeto y su creador.
Después de todo el hecho de no servir a lo que la sociedad pretende útil, no significa que esta sepa el motivo para el que fuéramos concebidos.
¿Será una de las tantas tareas existenciales el darnos valor desde adentro sin esperar premios desde afuera?. Después de todo el afuera, en algún momento prescindirá de nosotros.
Propongo que hagamos una obra de arte de nuestra vida, y apreciemos día a día como crece en belleza este cuadro destinado a nunca ser completado.

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