lunes, 10 de diciembre de 2007

CAVILACIONES 131 - CASCARAS VACIAS

Les voy a contar una gran mentira:
Una rechoncha oruga empezó a tejer su capullo sobre la rama de una morera, luego, con el pasar de los días, su transformación hizo que su casa diseñada a medida le quedara chica, entonces empezó a pelear por romper lo que otrora un hogar y ahora una estrecha prisión. Con sus nuevas patas, tan frágiles y su cuerpo mas delgado, la tarea no le resulto nada fácil. Debía ejercer presión sobre la membrana en ciclos acompasados y sin presionar demasiado pues existía el riesgo de quebrarse.
Para una mariposa, cuya vida dura unos pocos días, la tarde completa invertida en la empresa de salir del capullo fue sentida como ardua e injusta, lo que hizo que, finalmente, al poder salir, esta volara en círculos e impactara contra la ahora hueca prisión, tratando de destruirla, tratando de liberarse en ese acto de tanto odio y frustración, intentando hasta el cansancio con sus delicadas patas de destruir hasta el último vestigio de esa horrenda experiencia…
Finalmente, para cuando logró terminar su trabajo, la migración de sus congéneres ya se había efectuado sin ella, el tiempo de apareamiento también había pasado. Entonces, con las pocas horas que le restaban, logró salir de la copa del árbol que le diera cobijo y pudo ver por primera y única vez al sol que teñía al cielo de naranja y rosa mientras se despedía en un bello atardecer.
Si hubiera visto ese espectáculo antes, tal vez la mariposa no hubiera malgastado su vida del modo en que lo había hecho, pero ahora ya era tarde, la noche fue endureciendo su cuerpo en un frío y dulce entumecimiento dejándole como ultima visión al lucero y las tímidas estrellas rutilando muy lejos de ahí…
He mentido pues las mariposas no hacen eso, los demás animales tampoco, para ellos no existe tal cosa como el pasado del cual poder anclarse para justificar una vida al margen de la vida, eso, es exclusivo de nosotros los seres humanos, que en vez de enorgullecernos de haber salido victoriosos de miles de problemas, nos enojamos con la vida pretendiéndola injusta y nos resentimos, nos replegamos, haciéndonos ladinos y respondiendo con una dentellada al aire malinterpretando cualquier acercamiento pretendiendo hacer lo correcto. Así podemos transitar en vano, pues la gracia de ser libres, a diferencia de los animales que están atados a comportamientos que aseguran la supervivencia de su especie, es a la vez una gran responsabilidad, la de crecer, que demanda a veces el detenernos, al menos por un instante, a ver que de bueno nos deja cada cosa que nos ocurre antes de dejar que el odio nos invada y malgastemos nuestra vida impactando contra un hueco pasado ausente para el resto de la creación, pero que hacemos presente en una afán de supuesta justicia que, como un velo, nos cubre los ojos privándonos de ver los soles de la vida que en algún momento dejarán de pasar.

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