lunes, 10 de diciembre de 2007

CAVILACIONES 116 - RECORRIDO

Línea recta, bandas elásticas, poco tiempo y la chance de transar.
Varios pasos y al costado, en la argolla metálica sujeta al suelo, al costado del camino, un problema para resolver.
Sé que requeriré de varios minutos o días para librarme de él y poder seguir, o tomar la rápida solución del elástico.
Tomo la segunda opción y sigo adelante.
Antes había aprendido que algunas bandas de goma se ponen viejas con el tiempo y que, aunque dificultan al principio la marcha, con el correr del tiempo se van suavizando, exigiendo cada vez menos esfuerzo para avanzar.
Otra argolla, decido quedarme, no logro nada, ato el otro elástico y sigo mi camino, tal vez se corte, tal vez esté defectuoso.
Otro problema y la pegunta si tranzar o no.
El tirón de dos elásticos que hacen que sentarme a solucionar el nuevo escollo se haga difícil. Nuevamente no lo logro.
Otra banda atada y mas del sendero por recorrer…
Al tiempo, veo adelante, la meta, la línea que me lleva a otra etapa.
A pesar de tener las piernas firmes y mas fuerza que al principio, estoy mas agotado también. Ya perdí la cuenta de cuantos elásticos hay atados a mi espalda y a tantas cosas sin resolver.
Se me hiela la sangre al ver que hay al menos dos argollas mas antes de llegar, no se si podré soportar mas tensión, y es que a esta altura, sentarme a resolver problemas ya no es una alternativa, las sogas apenas me dejan respirar, y no puedo detenerme, sino sería arrastrado inevitablemente hacia esos puntos que me jalan desde el pasado…
Una parte de la historia dice que no pude, que el tiempo me apremiaba mas que nunca y que caía de rodilla y fui arrastrado hacia atrás, llorando mi derrota, lamentándome por cada metro perdido en el doloroso tirón de la multitud de bandas atadas a todo mi cuerpo. Que además me levanté, insulté al cielo y la tierra, que respiré hondo y volví a la carga, enojado, tratando de demostrar que yo podía, que ninguna prueba me iba a vencer.
Esta parte cuenta de mis repetidas derrotas y de cuando la energía me abandonó definitivamente, y con mi cara en la tierra solo restó esperar un final piadoso que se demoró años en llegar,
Otra parte de la historia cuenta que descubrí de que no había tal cosa como el tiempo, que no había apuro real, que la meta no lo era si llegaba a la línea tan atado y amordazado, cuenta, también cómo el adelante y el atrás perdieron sentido siendo la palabra avanzar un sinónimo de resolver mis problemas, de crecer, de creer.
Creer de nuevo en mi, en la dignidad, en el amor, en la paciencia de ir nodo por nodo, desatando con cariño, aflojando la carne lacerada por las sogas, acariciándola, permitiéndole respirar, hincharse rosada y renacida.
Esta parte de la historia habla de un tiempo de regalo en un espacio que creemos que no existe, un silencio en el discurso de la realidad y sus tiranas demandas, un sitio sin horarios, sin presiones, sin gritos ni maltratos, un espacio dentro del espacio, una burbuja de calma en la tormenta que arrecia.
Ya me había olvidado lo que era andar liviano, y lo satisfactorio de haberme soltado amando a cada lazo que me atara a un problema.
Suelto en la libertad incluso de mi mismo…
De ese momento eterno donde el camino y yo somos parte de lo mismo.

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