lunes, 10 de diciembre de 2007

CAVILACIONES 111 - LA MARCA

José agachado debajo del muble miraba como las arañas habían dejado en sus telas las cáscaras de los insectos que les hubieran servido de alimento. La librería olía a papel, goma de borrar nueva, Kerosén y humedad. Todo empezó una tarde en que fue con su mamá a hacer compras, el dueño de la librería se encantó con el enano y le invito a quedarse, y como era aburrido estarse sin hacer nada mientras él atendía a los clientes se echo al suelo, en el fresco descubriendo el reducto de las telarañas y las osamentas. En algún programa de TV había visto una especie de telgopor con bichitos atravesados por alfileres, como un muestrario, entonces, con un palito, empezó a desprender con cuidado los lustrosos cascarudos muertos de su pegajoso lecho de muerte, había un cartón en la casa que podía servir, y muchos alfileres en el costurero. En algún momento el hombre se fue para adentro y José se levantó con las manos llenas de bichitos, contento con la cosecha queriendo pedir una bolsita. Como un bostezo el cajón de la caja estaba abierto, había muchos billetes, el olor era como el de la billetera de su papá cuando se portaba bien. Miró para todos lados y escuchó un crujir y la sensación de tener arena en las manos, las cascaritas empezaron a caerse entre los dedos de su puño cerrado, debía haber como cien pesos ahí, y monedas, monedas también, no parecía haber nadie cerca, se sintió como mareado y los oídos le empezaron a zumbar, el corazón empezó a escucharse como un tambor, miró hacia los costados, nadie, debe haber como cien pesos o mas, se dijo, se restregó la mano en la camiseta, los restos de bichitos al suelo. No, no estaba bien, se lo habían enseñado ya antes, cuando le sacó plata del monedero a la abuela, lo retaron, le dijeron que eso no se hacía, pero ahora no venía nadie, la voz del hombre se escuchaba medio lejos, como hablando por teléfono, el corazón bombeaba cada vez mas fuerte y empezó a sudar, se acercó mas, era mas plata, y si sacaba dos billetes nadie se iba a dar cuenta, dos de diez, ir a tomar helado, o el autito, o si sacaba tres, se iba a los jueguitos electrónicos, la voz del fondo de la casa no se escuchaba mas, era ahora o nunca, no había nadie cerca, los bichitos en el suelo, el olor de la plata, treinta, helados el autito, el dolor profuso al principio y punzante luego, la oreja, la presión, el olor del hombre, ladrón escucho que le decían, lo pies casi no tocaban el piso, costaba caminar, el dolor, el ruido de los autos, la gente, la vergüenza, los gritos, las baldosas, la tierra, el césped, una caca de perro, las lagrimas calientes, la cara sucia, el latido de las sienes, la oreja sintiéndose mas grande e hinchada, el sollozo, el no querer ser visto, la casa, el obscuro frío debajo de la cama, el llanto silencioso para no ser descubierto, y la vergüenza, la vergüenza…

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