lunes, 10 de diciembre de 2007

CAVILACIONES 122 - LO QUE VIVE EN EL OLVIDO

I
Espalda encorvada, la tierra, las plantas, la cría en el nido y los rastreros depredadores que escuchan su llanto en la noche. El frío. El calor de la manada.

II
Patas que devienen en manos, huir de lo adverso, moverse, la cría en los brazos, dos pies, todos de cara al sol, la piedra que deviene en arma.

III
La bruma de la memoria que cubre y avanza haciendo olvidar, el tiempo nómada se detiene en la agricultura, la cultura florece en acuerdos que se graban en piedra para la posteridad.

IV
Cuando nos habíamos acostumbrado a pensar que todo había sido igual desde el inicio nació entre nosotros El Gran Dedo, quien apuntando al sol nos hizo recordar.

V
Cuando nos habíamos acostumbrado a pensar que todo había sido igual desde el inicio nació entre nosotros La Flecha, quien apuntando al sol nos hizo recordar.

VI
Cuando nos habíamos acostumbrado a pensar que todo había sido igual desde el inicio nació entre nosotros El Obelisco, quien apuntando al sol nos hizo recordar.

VII
Quiera ser el destino de una raza el no recordar, sea tan confusa la historia compartida, ramas de olvido que se mezclan con la luz y nos acostumbran a pedir menos brillo para no lastimarnos los ojos, y es que mirar a cada guía nos hacía ser felices, y es que nos olvidamos del sol.

VIII
Hicimos estatuas de La Flecha, remeras del Gran Dedo, estampas del Obelisco, templos para el Gran Dedo, ciudades para el Obelisco, imperios erguidos aplastando otras gentes en honor a La Flecha.

IX
Y la sangre dejó de correr por las venas, que es por donde fuera creada para estar, y manchamos la tierra con ella, teñimos banderas, alzamos la espada entre hermanos, abandonamos nuestra cría nuevamente para batallar nuevos monstruos que se vestían de iguales, pero que profesaban una fe equivocada.

X
Y la bruma de la memoria que cubre y avanza haciendo olvidar, nos hizo retirar el rostro de la presencia del sol, tan absortos en las señales que nos olvidamos que solo eran un medio para un fin mas inmenso, mas puro, mas compartido, mas en resonancia con nuestra verdadera naturaleza.
Pero el sol siguió estando, quieto, calmo, esperando, sabiendo que en algún momento uno de sus hijos levantaría de nuevo la mirada hacia él.

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