martes, 22 de julio de 2008

CRECIENDO


La misma puerta de entrada al edificio, mismo color, sólo que mas vieja.
Las escaleras eran iguales, los mosaicos de los costados me sorprendieron, no me acordaba que fueran así.
Volviendo al departamento donde me crié hasta cumplir los catorce años.
Volviendo a los treinta y cuatro.
Todo se veía casi igual, excepto que más chico.
Me preguntaba como iba a ser ese momento, y al estar parado frente a la puerta del departamento me asaltó la idea de algo pudiera estarme aguardando, algo que había dejado hace tiempo, encerrado, hecho de resentimientos, malas experiencias, miedos y angustias.
Algo con vida propia.
La llave giró sobre el tambor, la puerta cedió con un sonido familiar. Adentro estaba oscuro. La perilla de luz donde siempre.
De pronto no me había ido nunca, era todo muy similar, pero habían hecho modificaciones en la arquitectura. Me sorprendió el espacio pequeño en el que dormíamos con mis hermanos. La cocina ahora era grande, habían techado al galería uniendo la cocina original con la pieza de planchado. El patio tenía otro color de cemento en el suelo. Los techos donde vagara parecían mas chicos. Luego, la pieza de mis viejos y el balcón. La vista mas bella de mi infancia de nuevo frente a mí.
Me tiré panza abajo en la cama y mi cara quedó enfrentada con las baldosas blancas con manchas negras y negras con manchas blancas, en damero. Encontré el mismo significado para las mismas manchas en el mismo lugar.
De los demonios, nada.
Roté perezoso sobre mi mismo, quedé mirando el techo, escuché a la distancia el sonido de los trenes. Sólo había dejado felicidad entre estas paredes y ahora se me hacía presente.
Pensaba que me había ido avergonzado, escapando de las malas experiencias, de las incomprensiones, que había huído más que mudado de una casa a otra. Cuán equivocado estaba.
Nada había quedado encerrado, porque me había llevado todo conmigo.
Demonios que me comían las entrañas, que cercenaban el sueño, que quitaban el aliento, que hacían de las miradas algo esquivo, que pesaban, que dolían, que gritaban y demandaban, sucios, rasposos, odiosos, insistentes.
Míos.
Mirando el techo, con el tiempo estirándose lánguido en la siesta, empecé a sonreír mientras se abría la profunda conciencia de estar rodeado por esa antigua compañía.
Ya no había de que escapar, mis viejos demonios eran ahora mis grandes amigos.
Había crecido.

2 comentarios:

Mauro dijo...

Que suerte,encontraste tu sitio,tu niñez, tu reciente pasado..es algo que yo no tengo, siempre de un lado para otro, escuelas nuevas, amigos nuevos,nuevos miedos, nuevas pesadillas,el miedo durante la primera comunion, pues no conte un pecado al padre,culpable y pecador...pero me duraba la culpa mientras estaba dentro de la iglesia..afuera era libre otra vez...un abrazo y mi admiracion de siempre para el gran YOR.

YOR dijo...

Mauro: Hace algún tiempo entendí que uno nunca puede ser el resultado de lo que vivió...
Que las experiencias nos influyen?, eso no lo discuto. Que nos "hacen" y nos justifican a hacer o no hacer en el presente, eso SI lo discuto.
Somos mucho más que nuestras experiencias...
Algo en vos, desde siempre lo supo, por eso no dijiste ese "pecado" porque eras mucho más de lo que te enseñaron debías ser...
Beso y la admiración y el cariño es mutuo.