viernes, 13 de noviembre de 2009

REFLEJO FUERA DEL TIEMPO



Polvo “penetroso” se llamaba la fécula que se usaba para almidonar telas en Grafa.
Varias cajas se echaron a perder y se las regalaron a mi viejo, el cual las dispuso en un ex gallinero de la finca.
ÉL lo mezclaba con agua y se lo daba a los chanchos.
“Fin de semana de supervivencia” le llamábamos a pasar sábado y domingo en la finca con poca comida.
Nos cagábamos de hambre.
Una vez invitamos a un nuevo amigo: “Robles”
Él era mejor que nosotros en el club de dibujo, además era más grande y la tenía bastante mas clara en todo.
No sé si fue por envidiosos o porque estábamos muy al pedo.
Llegó la noche y Raulito, Dalmiro, Gabriel y yo listos para la acción:

ACTO I
Jorge dice haber escuchado un ruido en el corral de los chanchos, tranquiliza al resto que muestra un nerviosismo moderado y sale, linterna en mano, a averiguar qué estaba pasando.
Afuera sopla un viento caliente (viento norte) del que dicen es el preferido de los practicantes de magia negra, aparecidos y alimañas del monte.

ACTO II
Jorge no vuelve, el resto empieza a extrañarse, Raúl y Gabriel salen a su búsqueda, quedan solos en la casa Dalmiro y Robles.
Se escuchan ruidos fuera. Cadenas sobre el piso de ladrillos. Algo blanco atraviesa la ventana. Dalmiro se muestra sinceramente asustado, sin muchas explicaciones deja abandona a Robles y se pierde en la noche.
Afuera, a lo lejos, el sonido del viento en los pinos hace pensar en cantos fúnebres.
Robles queda solo dentro de la casa.

ACTO III
Pasa el tiempo y ninguno vuelve, algunos ruidos del viento jugando en la chatarra empiezan a parecer de otra naturaleza al ser cada vez más fuertes.
Robles duda, hasta que no aguanta más y abre la puerta, mira en dirección de los corrales, nada, mira hacia la tranquera, nada.
Se aventura a lo desconocido sin más luz que la de la luna que tiñe todo de plata.

ACTO IV
Una forma brillante de mil brazos aúlla, sisea y grita con múltiples bocas y le salta encima desde un costado de la casa.
Robles lanza un grito que se escucha kilómetros de distancia, mientras se sacude tratando de desprenderse del abrazo mortal.
El corazón se le desboca, la respiración como un trueno, se lanza hacia atrás, las pupilas dilatadas le permiten ver mejor.
Cuatro pelotudos cubiertos de blanco completo de pies a cabeza, completamente entalcados (Habíamos tenido al perecuación de no mostrarle el depósito de penetroso durante todo el tiempo previo a urdir nuestro maravilloso plan)
El miedo da lugar a un odio que se expresa en su mirada y su boca que va empequeñeciendo.
No dice nada, da media vuelta y se pierde en la casa.

ACTO FINAL
Robles se pasa el resto del domingo hasta entrada la tarde encima de un algarrobo. Con un bolsito con provisiones pasa el día sin dedicar palabra o mirada al grupo de pendejos inconscientes que se pasan la tarde en la represa.
A la noche llegan los adultos.
Comemos como enajenados.
Robles nunca más nos dirige la palabra.

EPILOGO
La vida adulta termina por separar a los cuatro inseparables, existencias diferentes desparramadas por los cuatro puntos cardinales.
Diez años después encuentro a Robles en la calle, me cuenta que está casado, que no quería pero que un hijo apuró la decisión. Tiene la misma cara, pareciera que el tiempo no hubiera pasado para él. Nos despedimos. Nunca más lo volví a ver.
Lo que más recuerdo de aquél día es el hormigueo, esa sensación alocada que desde el pecho hacía que mis pies se aligeraran, que la fuerza fluyera a mis brazos, esa inconciencia que empujaba la carcajada que se reprimía en la garganta para no arruinar la obra de teatro, esa inconciencia estúpida de revolcarme en la fécula perdido en la oscuridad del viejo gallinero.
Aún hoy busco y encuentro excusas para dejarme atrapar por esa sinrazón de jugarme el alma por la excusa mas nimia y en ese acto me reconozco más claramente que nunca en ese espejo, que más fiel que cualquier artilugio de plata y cristal, me devuelve mi verdadero ser con una claridad inusitada.

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