martes, 14 de abril de 2009

EL PROVEEDOR



Ella dijo saber clara e inexorablemente lo que quería para su vida.
Él escuchó y se quedó mirándole algún punto en la nuca a través de su cara.
Ella se sorprendió al ver cómo el perro casi no hizo ruido y la copa se llenó hasta el borde.
Él tomó su mano y colocó la bolsita en el centro de la palma, luego, le pidió que se levantara del terroso suelo.
Ella sonrió.
Él sabía que ella estaba como ciega, hambrienta por tantos años a la sombra de ese deseo que desde larga data le colgaba como un pesado bulto.
Ella notó que afuera amanecía y que el olor a vela y benjuí se le había penetrado en la ropa.
Él le dijo que escondiera la reliquia donde nadie pudiera encontrarla.
Ella pagó y salio de esa atmósfera de irrealidad.
Él cerró la puerta tras de sí.
Ella hinchó sus pulmones y el aire de la mañana la despabiló.
Él sabía.
Ella se dijo: “Desde hoy nunca más”.
Él recordó: “Cuando sabes exactamente lo que quieres es cuando el pacto está cerrado”.
Ella caminó por intrincadas calles que la llevarían hasta su casa.
Él sabía que había encadenado una vez más.
Ella se sentía libre por primera vez en años.

3 comentarios:

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

¿Es el proveedor de la libertad condicionada?
Mientras ella "crea" que está libre, ¿hay algo más verdadero? El puede manipular los hilos, pero si ella lo desconoce, conocerá la libertad.

YOR dijo...

Paula: De algún modo creo que has definido la manera más humana que conozco de poder ser libres... aunque sujetos a miles de titiriteros, si hacemos buen uno de mientras capacidades, ¿que nos impide ser libres?...
Nuestras libertades, serán siempre un poco, al menos, condicionadas...
¿O no?
Un beso.

sergio dijo...

Terroso suelo? Pesado bulto? Es muy divertido el uso de los adjetivos antepuestos. Perdón por la frivolidad, pero hoy no me da más que para reírme de tonterías.

Besos.