miércoles, 24 de noviembre de 2010

MENOS TRES



De todas las personas del recinto tuvo que pasarle a él, eso es lo que pensaba el carpintero mientras lo trasladaban en camilla a la sala de emergencia.
La mano derecha sostenía el improvisado paquete de vendas que cubrían su mano izquierda.
En el quirófano escuchó algo sobre la gravedad y la imposibilidad de reinjertar no se que…. Luego la ART decidió que debía quedarse en su casa por algún tiempo y que se barajaba la idea de una jubilación por incapacidad.
El carpintero solía pasar horas mirando el hueco que había quedado entre sus dedos meñique y pulgar… índice, cordial y anular eran palabras no aplicables a su mano izquierda, nunca más.
Como suele pasar con los cambios repentinos y con nuestra pasmosa manera de adaptarnos a las contrariedades, meñique y pulgar empezaron a ser mas que suficientes para agarrar el mate, levantar una taza… y luego sostener tablas, clavos y levantar pesos considerables…
De pronto los tres dedos no fueron mas necesarios, la vida seguía adelante y la jubilación anticipada pasó a ser una vana amenaza.
El carpintero recupero su vida aunque no sus dedos y miraba a veces por diversión, las cosas a través de la horqueta que le había quedado por mano izquierda y sentía que lo que por ahí se veía era diferente, como con más color, más vívido.
Él aprendió también a reírse y bromear haciendo movimientos y proezas con los dedos restantes.
Y todo siguió su curso, todo volvió a la normalidad, y todos olvidaron el incidente, incluso él…
Uno se adapta, crece, evoluciona, olvida…
…aunque a veces, de tanto en tanto, el vacío de su mano izquierda le recordaba el dolor, la sangre, y la desesperación también le hablaba de cómo, la anestesia, llega tarde o temprano a cubrirlo todo.

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