
Así como los perros entierran huesos y las ardillas bellotas, las personas nos reencontramos con sorpresas olvidadas en los bolsillos, del mismo modo me topo con este retazo de mí que dejé junto a vos la última vez que nos vimos.
En cada encuentro me devuelves ese pedacito de mí del que hace mucho no tenía noticia, es como un instante congelado en nuestra última charla, y como pasa con el dinero dejado en un saco, me alegro reencontrarlo y saberme mas rico de lo que pensaba.
Yo estuve guardando esta parte de vos también, está un poco desactualizada, pero en buen estado, sabes como soy de cuidadoso con las cosas prestadas.
Y entonces me pongo las ropas viejas, vos haces otro tanto, las llenamos una vez más de colores y aromas, las revivimos al vestirnos con los retazos y lo viejo pasa a ser nuevo, el ayer se hace hoy.
Más tarde nos despedimos y cada quien se lleva una parte para ser guardada.
En adelante, cuando te pierdas en uno de los tantos recovecos que tiene esta vida, cuando el espejo te devuelva algo extraño e irreconocible, no te olvides de tus retazos sembrados, de los tesoros ocultos con cada quién y de éste que protejo con recelo de los ladrones y del paso del tiempo.