jueves, 28 de febrero de 2008

UNION


Si vienes por estos parajes, de seguro te llamará la atención el magnifico nogal que se encuentra en el centro del prado entre montañas. Es gigante y poderoso, contra nieve, granizo, vientos y el pasar de los años aún permanece en pie, solitario y señorial en medio de la hierba.
Cuenta la gente del lugar que doscientos años antes hubo otro nogal exactamente en el mismo lugar, pero que este era mas viejo, por ende, había pasado mas tiempo solo, lo que hizo que sus hojas, ramas y frutos fuesen en extremo perfectos ya que había tenido mucho tiempo para sí y lo había empleado en estar cada día mejor.
Una mañana cualquiera el árbol sintió que a sus pies algo empezaba a crecer, era un pequeño retoño que asomaba entre la tierra floja… al verlo notó que era diferente a cualquier otra planta que él conociera, y tal vez por eso, o por la magia que tienen las cosas inesperadas, empezó a disfrutar de sentirla crecer día a día.
Al poco tiempo, sintió estremecerse de placer desde las raíces cuando los zarcillos de la que sería su compañera empezaron a enredarse en torno a su tronco y a ascender gradualmente con el paso de los soles…
“Eres tan fuerte, tan perfecto, tan verde en tus hojas, tan generoso en tus frutos… ¡Que goce tan grande es poder estar a tu alrededor!...” musitaba la enredadera “…sin tu sustento estaría condenada a arrastrarme por el piso, sufriendo las inclemencias del clima y estaría en contacto con las pinzas de las hormigas y los insectos. Sin ti yo no podría ser”…
Si los árboles tuvieran ojos, el nogal hubiese llorado de emoción al llegar la primavera, pues su bella amante se había plagado de flores y perfumes…
Cada momento él la alentaba a crecer, a ser mas frondosa, y como una mágica y colorida guirnalda ésta fue cubriendo de a poco a su amado…
No había mas que agradecimiento mutuo, ella por la necesidad de ser salvada y sostenida, él por la compañía y las caricias que, al recibirlas, descubrió cuanta falta le hacían… ahora juntos parecían un nuevo ser, diferente de lo que fueran originalmente, firme y frondoso, pero perfumado y florido, con bellas hojas y también con ricos frutos…
Un día la enredadera preguntó a su amado sobre el porqué de su debilidad, a lo que este respondió que solo estaba relajado, que disfrutaba de estar con ella. Lo cierto era que los rayos del sol ya casi no alcanzaban a las hojas del nogal y este había empezado mermar en su fuerza. No dijo nada, él amaba a la enredadera tal y como era, y nada haría para hacerla cambiar.
Cuando la verdad se hizo muy evidente para ser ocultada, ya era muy tarde, el árbol ya estaba al borde de la muerte… su amante, como despertando de un sueño, envuelta en desesperación, trató de perder sus hojas para que la vida volviese a su compañero e incluso dejó secar ramas enteras… pero de nada sirvió.
El nogal había muerto, y si los árboles tuvieran boca podríamos haber visto grabada una sonrisa en sus labios…
Ella no duró mucho más, se secó por propia decisión, no soportaba una vida tan solitaria, no se perdonaba haber estado tan ciega que terminara ahogando al ser que mas apreciaba en la creación, así que se dejó ir…
Primero se degradó el cuerpo de ella, luego gran parte de él fue tomado como leña para calentar las casas de los lugareños, el resto, quedó en la tierra, junto a los despojos de la que fuera su amada, mezclándose, confundiéndose como hubiera sido alguna a vez en vida…
Una mañana cualquiera, luego de una gran lluvia, entre la tierra floja y desde adentro de una nuez que parecía olvidada, un pequeño retoño que se empezó a asomar…

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