miércoles, 10 de marzo de 2010

CON LAS RESERVAS DEL CASO



Reunidos los pájaros en campaña y ya de acuerdo, empezaron en equipo a picotear el barro seco.
Y aunque algunos picos dolían podía más el enojo y la incomprensión.
No querían apropiarse de los huevos ni alimentarse de los pichones, sólo demostrar su disconformidad ante tanto misterio.
Las cáscaras con sus manchas, la paja seca y algún que otro trapito están ahí en el nido para ser apreciados, decían.
El trinar de los pichones y sus feas caruchas, las cacas, las alegrías y miserias, todo está para ser visto, escuchado y olido.
Nada malo habían hecho los vecinos de gracioso caminar, pero al ocultarse, “en algo turbio deben andar”.
Oscuro y misterioso era algo difícil de no mirar, pensar, e incluso en pesadillas soñar.
Así que en una siesta, aprovechando su ausencia, los pájaros vecinos destruyeron las paredes y el techo del hogar que los horneros había tardado meses en construir.
Al volver de buscar bichitos un nido a la intemperie igual al resto encontraron.
Y la familia una vez más se mudó sin siquiera chistar.
No porque no estuvieran molestos o pensaran que el acto vandálico era justo,
Sino porque sabían, luego de varias amargas mudanzas,
que para aquellos, cuya vida es toda pública,
el concepto de intimidad no sólo es incomprensible…
sino también peligroso.

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