martes, 7 de julio de 2009

CONSIDERACIONES DESDE ABAJO



Un día el pozo se cansó de sí mismo o de lo que él creía que era.
Tranquillo, quieto, con la bocaza abierta hacia el cielo, el más grande exponente en materia de divina providencia.
Si el viento, el zapato de algún transeúnte o un perro callejero hacían el movimiento adecuado, él tenía la suerte de que alguna cosa tirada podía llegarle para de ese modo cubrir una parte de la horrenda necesidad que el creía ser.
Eso era, la necesidad hecha piel, carne y le dolía como el diablo.
Días enteros de expectación, boca arriba, nubes pasajeras, lluvias, sol, todo desde la primera fila, todo transcurría y nada le era propio, excepto, claro, lo que llegaba por gracia ajena a llenar sus fauces.
Varias veces ocurrió que se había sentido lleno, es decir, objetivamente lo que sea que había caído dentro le había llenado hasta el borde… en esos momentos, al agujero, todo le daba vueltas pues no podía concebirse así mismo como el creía ser… o sea, un hueco lleno deja de ser hueco, entonces, cuando él estaba repleto, lo cual le ponía contento, se daba cuenta que dejaba de ser él mismo, es decir, pensaba que habría alguien diferente de él que estaba feliz, pues él ya no era él, consideración que lo hacía trastabillar en su contento… La sensación encontrada duraba hasta que alguien le destapaba de nuevo…
Al parecer era más útil vacío que lleno, sino no se explicaba porqué no lo dejaban llenarse, desidentificarse y extinguirse de una buena vez.
Las cosas que caían dentro suyo eran valoradas por el espacio libre que quedaba en torno a ellas, no por ellas mismas, es así como los pozos miden las cosas: Por lo que falta. Si, llena bastante, pero acá falta esto, lo anterior me ajustaba más aquí que allá, no es suficiente, falta esto otro, y así…
Por eso a las cosas no les gusta estar dentro de los pozos…
El hueco soñaba que algún día algo llegaría y lo llenaría hasta el tope y que él, sin dejar de ser él (un pozo), podría ser feliz lejos de la acuciante necesidad que le atormentaba desde que tenía conciencia.
Tal cosa no era posible, un hueco lleno, como dijimos, deja de ser un hueco.
Pero el pozo hacía oídos sordos a las razones, después de todo era solo eso, una ausencia, un orificio, algo que vive necesitando, algo que no es y que, cuando finalmente cree alcanzar la meta de realizarse plenamente, es precisamente cuando se extingue para dejar de ser.

5 comentarios:

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Como en muchas de tus historias, la metáfora es el hombre, ¿cómo no perder la humanidad si pretendemos llenarnos o anhelamos lo material? ¿Y si estamos colmados de objetos somos nosotros o esos objetos que nos poseen?
Por suerte no soy ambiciosa de lo terreno, prefiero las gentes y lo que ellas puedan darme para sorprenderme. Me gusta mi pobreza llena de esperanza que me hace humana.

Un beso.

YOR dijo...

Buen día Paula! Es dificil un equilibrio muchas veces el poseer o ser poseido por las cosas... en el cuento hablo del hombre, es verdad, pero no de cualquier clase de hombre... no todos estamos tan emparentados el Sr. hueco... (vos no le estás tanto, por lo que cuentas, jaja)
Un beso y proneto visitas para deleitarme con tu escritos.

RMS dijo...

¿Y que es lo que da a cambio el hueco?.
Cuando la ambición se torna viciosa en un mundo lleno de etiquetas y parámetros. Dichoso el que encuentra el equilibrio, algo que no es para nada fácil.
Gran abrazo, Yor.
Un placer como siempre venir a cavilar.

YOR dijo...

Rammses: Los huecos no pueden pensar siquiera en dar.. está por fuera de sus posibilidades... ¿Te habrás encontrado en la vida con uno que otro no?...

RMS dijo...

Así es, lo suficientes como para conocerlos y a prender que solo quieren una cosa de uno, no más. Una cosa que te absorbe la energía y te quedas esperando un retorno... en vano. Uff..
Abrazo Yor a disfrutar de la nieve.