
Ahora que estás tranquilo, que has hecho un respiro en medio de las obligaciones diarias, aprovecho para decirte unas palabras:
He estado observando como te comportas últimamente y no pude evitar sentirme identificado, es extraordinario cómo me recuerdas a mí mismo aún en los detalles más pequeños.
Veo que con el correr de los años has logrado ser imprescindible en el trabajo, o al menos has convencido a todos de que es así, y cuando te veo contestar el celular en medio de una reunión de amigos, al ver tu cara de fastidio al verificar que es un llamado desde la oficina y que decides contestar de todos modos, me doy cuenta que vos también estás convencido de ser irreemplazable.
Diariamente te veo correr de un lado a otro, acarreando a tus protegidos de aquí para allá, escuchándolos a pesar de la hora, alzándolos a pesar del dolor de espalda, haciendo propias las presiones y obligaciones ajenas, por amor, llenándote de obligaciones que hacen tu rutina cada vez mas pesada, convenciéndote que de que no tienes opción, que no hay salida, que debes estar, porque es lo que se debe hacer. Siempre.
Te cuesta decir que no, por eso inventas excusas para decir que “no puedes” en lugar de que “no quieres”, porque la culpa y el cargo de conciencia por no querer cargar mochilas ajenas perece ser más insoportable que la mochila en sí misma.
Debo agregar que he notado tu asombrosa capacidad a la hora de inventar justificativos cuando decides hacer lo que te gusta, tratando de convencer a los demás, por ejemplo, que el merecido viaje de vacaciones “no fue para tanto”, que de todos modos “llovió cinco de siete días”, que te aburriste, que extrañabas volver a casa, al trabajo, a los afectos, a las obligaciones.
Quería decirte, y espero no te ofendas, que pienso que sos cómico, caricaturesco, y que te ves absurdo desde donde yo estoy ahora.
Reconozco que a pesar de haber estado entrampado como vos en algún momento, hoy me doy cuenta del desperdicio que significa tomarse las cosas tan en serio, y que ahora que las reglas son totalmente nuevas y que mi chance ya ha pasado, quiero mitigar la amargura de tal verdad tratando de despertarte a vos del sueño del que yo no pude salir.
Te cuento que desde acá las cosas son más leves, no hay cuerpo y la conciencia se funde, se pierde, acá ya no importa, no hay tiempo, no hay peso.
Desde aquí pude ver como todos los que aún permanecían, y que en aquél entonces solía mentirme ser esencial para ellos, siguieron sus vidas después de mí. Algunos mejor, otros igual, otros peor, pero nuca por causa de no estar yo entre ellos.
Reconozco que hubiera querido tener esta lucidez antes, te la cedo ahora, para mi ya es tarde y el telón cerrado ahoga los aplausos de la obra teatral cuyo acto final ya ha terminado.