martes, 14 de julio de 2009

CONFESO VIOLADOR



Recién me vengo a dar cuenta y al hacerlo me siento bastante tonto.
Había sido engañado desde chico y recién ahora descubro este artilugio maligno metido bajo muchas capas de educación formal, pero claro, no ha sido fácil, antes tuve que pasar por la tristeza y la desazón, algunos sentimientos de culpa y la repetida sensación de ser un inadaptado social…
Admito, me creí todo el rollo por mucho tiempo.
Soñaba con mi casa propia con un patio grande, lleno de árboles frutales; añoraba una vista de los cerezos, ciruelos y almendros en flor… una huertita, pasto verde.
Sufría en cada imposibilidad de llegar, cada revés, pues nada se podía, no alcanza la plata y no había herencias ni loterías que vinieran a rescatarme, a hacer real el doliente sueño de tan larga espera.
Paradójicamente, de chico, no me gustaba ir al campo, mi papá solía ir a cazar y pescar, a mis dos hermanos les apasionaba, a mi me aburría de sobremanera, no lo entendía, estaba prácticamente imposibilitado del goce que les veía compartir a ellos, como quién observa tras de un vidrio.
“¿Y de donde saqué yo tan campestre idea de felicidad?”, me pregunté un día.
Este fue el comienzo de la madeja que tuve que desandar para llegar a develar la cruenta realidad: Se trataba de un sueño prestado.
Una prótesis, algo que parece tuyo pero no es, algo que si no preguntas sobre ello pasa desapercibido ante los demás e incluso ante vos mismo… como los dientes corona y los huesos de platino, te olvidas que no son tuyos, que nunca lo fueron.
Hoy vivo en la ciudad más arbolada del mundo y cuando llega la época de la floración de los almendros, ciruelos y cerezos tengo un millón de árboles para apreciar, para gozar en su belleza inexplicable y desde que develé el engaño suelo salir sólo para verlos, sin horarios, sin apremios.
“pero no son tuyos”, se apura a decir una vocecita.
“¿Y que en la vida realmente lo es?” respondo.
Entonces a la “propiedad privada”, (concepto fundamental en el desarrollo de nuestra cultura que buena o mala nos trajo hasta aquí) le hago un “ukelele” grande como una casa y violo su mandato una y otra vez sabiendo que lo que pudiera ser de otro en términos legales es de todos en un plano mucho más sutil y agradable de ser habitado.
No necesitaba patios de ensueño…
Sólo necesitaba abrir los ojos.

martes, 7 de julio de 2009

CONSIDERACIONES DESDE ABAJO



Un día el pozo se cansó de sí mismo o de lo que él creía que era.
Tranquillo, quieto, con la bocaza abierta hacia el cielo, el más grande exponente en materia de divina providencia.
Si el viento, el zapato de algún transeúnte o un perro callejero hacían el movimiento adecuado, él tenía la suerte de que alguna cosa tirada podía llegarle para de ese modo cubrir una parte de la horrenda necesidad que el creía ser.
Eso era, la necesidad hecha piel, carne y le dolía como el diablo.
Días enteros de expectación, boca arriba, nubes pasajeras, lluvias, sol, todo desde la primera fila, todo transcurría y nada le era propio, excepto, claro, lo que llegaba por gracia ajena a llenar sus fauces.
Varias veces ocurrió que se había sentido lleno, es decir, objetivamente lo que sea que había caído dentro le había llenado hasta el borde… en esos momentos, al agujero, todo le daba vueltas pues no podía concebirse así mismo como el creía ser… o sea, un hueco lleno deja de ser hueco, entonces, cuando él estaba repleto, lo cual le ponía contento, se daba cuenta que dejaba de ser él mismo, es decir, pensaba que habría alguien diferente de él que estaba feliz, pues él ya no era él, consideración que lo hacía trastabillar en su contento… La sensación encontrada duraba hasta que alguien le destapaba de nuevo…
Al parecer era más útil vacío que lleno, sino no se explicaba porqué no lo dejaban llenarse, desidentificarse y extinguirse de una buena vez.
Las cosas que caían dentro suyo eran valoradas por el espacio libre que quedaba en torno a ellas, no por ellas mismas, es así como los pozos miden las cosas: Por lo que falta. Si, llena bastante, pero acá falta esto, lo anterior me ajustaba más aquí que allá, no es suficiente, falta esto otro, y así…
Por eso a las cosas no les gusta estar dentro de los pozos…
El hueco soñaba que algún día algo llegaría y lo llenaría hasta el tope y que él, sin dejar de ser él (un pozo), podría ser feliz lejos de la acuciante necesidad que le atormentaba desde que tenía conciencia.
Tal cosa no era posible, un hueco lleno, como dijimos, deja de ser un hueco.
Pero el pozo hacía oídos sordos a las razones, después de todo era solo eso, una ausencia, un orificio, algo que vive necesitando, algo que no es y que, cuando finalmente cree alcanzar la meta de realizarse plenamente, es precisamente cuando se extingue para dejar de ser.