jueves, 27 de noviembre de 2008

SEXO


Te cuento un secreto: Debajo de la ropa de cada persona hay una vagina, o un pene, un par de senos, un ano.
Sentate y mirá e imaginate. Puesto así verás que el sexo no parece gran cosa.
Si, tus padres también cuentan, aunque no necesitas obligarte a imaginar nada.
Sexualidad no implica genitalidad, un buen baño con jabón perfumado puede ser muy estimulante, una barra de chocolate, un licorcito, la ropa perfumada, sabanas limpias, un chapuzón en la pileta un día de calor.
Para ningún ser humano existe un período de celo que condicione su deseo.
Somos una raza muy sexuada.
Nos encanta el sexo.
Armamos grandes escándalos precisamente por esto.
No es casualidad que seamos tantos en el mundo.
La identidad sexual no está sujeta a un solo factor.
Nada es determinante de nada.
Comer un choripán con mucho apetito puede ser muy erótico.
Una caricia genital en el momento no propicio puede ser muy perturbadora.
El buen sexo entre personas implica acuerdo.
El buen sexo solitario implica acuerdo también.
Todos tienen penes, vaginas, anos, senos, codos, narices, ojos, orejas, axilas, cabellos, espaldas, dedos, brazos, pies, uñas, etc. puesto así, el sexo no parece gran cosa.
Somos el ser vivo más sexuado que habita el planeta, ¡eso si es gran cosa!.
Nada más animal que reducir el sexo a su aspecto reproductivo.
Quienes deciden no usar sus genitales igual tienen y desarrollan su sexualidad.
Nada más humano que disfrutar de la expresión libre y responsable de la sexualidad.
Nos encanta, y ése es para muchos el problema.
Lo que dice Pedro de Juan habla más de Pedro que de Juan.
Tu sexualidad es tuya.

viernes, 21 de noviembre de 2008

CARENTE CONCIENCIA


Temo desconocerme, que un día el espejo me devuelva una imagen que no es la mía, que me quede sólo de repente sin una pista del que fui, perdido en una multitud de rostros sonrientes carentes de felicidad.
Temo perderme en una curva, en una intersección, en un desvío, en un desvarío, en tu mirada que me cree cierto, en los lugares que transito día a día que con el roce suelen rayar dejando muescas.
Temo Morirme y seguir vivo sin darme cuenta, haberme cristalizado, estar seco desde las entrañas, haber alcanzado todas las certezas, tener claro el corazón de la vida, saber que dicta Dios, el Diablo y entender el entramado de la objetiva realidad.
Temo perderte aunque sé que eso algún día ocurrirá pues solo los siameses tienen la gracia de llegar e irse acompañados, no quisiera arribara el día en que pueda describirte con los ojos cerrados y perderme así la maravilla del verte crecer.
Temo quedarme sin tiempo para un te quiero, te extraño, sos muy importante para mí .
Temo también quedarme sin palabras, sin aliento, sin latidos y así, quieto, tener que dejar de amarte.
Por eso no me pienso ni te pienso, dejándote ser y hacer, sólo entonces me descubro lejos del espejo, fuera de las certezas, en la incertidumbre de que un día puedas no estar o que yo también me pueda ausentar, en el delicado compromiso que hace que me elijas, en esa no necesidad de las promesas, en el simple estar estando, y gozar juntos de la melodía mientras el disco siga girando.

jueves, 20 de noviembre de 2008

“ESO”


Solía vagar sin rumbo entre acantilados, en las quebradas y cañones, por las orillas de los ríos que calaban hondo la tierra, cerca de las paredes, de las cosas más altas que él, pues era tan espigado que sentía vértigo al casi tocar con la cabeza las nubes pasajeras de primavera.
Quiso la casualidad que en su descuidado caminar de tan largas piernas, sus pies casi aplastaran un sapo cantor.
Al alzarle para ver si le había hecho daño, este, que estaba en perfecto estado, se fascinó con la altura y lo bello del paisaje, entonando sus mejores melodías, componiendo loas y alabanzas a tanta belleza.
El canto resonó dentro suyo de tal modo que despertó la dormida capacidad con la que todas las personas nacen que es la de poder asombrarse y apreciar lo bello por el sólo hecho de estar ahí, y olvidado de un santiamén sus temores, salieron juntos a caminar.
Recorrieron paisajes y geografías inimaginables, hasta que la noche hizo que su anfibio amigo necesitara volver con la banda musical de la laguna, pero cuando estuvo a punto de soltarle, el miedo volvió con una furia descomunal, le sudaron las manos, empezó a temblar, y del fondo del pozo del pánico apareció el odio cual Basilisco entre ladrillos.
Entonces se vio tentado de retener a su amigo, de no dejarlo bajar, de transformarlo en un prisionero en la cima de una torre, ya que si el sapo intentaba saltar moriría al caer de tal altura.
Si el batracio se quedaba él nunca más sentiría miedo y así junto a su guía seguiría descubriendo nuevos lugares cada vez más exultantes…
No; se dijo, y entre temblores dejó descender a su nuevo amigo.
Ni bien las patitas del sapo tocaron el conocido musgo su corazón se tranquilizó y una placidez recorrió todo su largo cuerpo, algo en él había comprendido que lo que es despertado, nunca más se vuelve a dormir.
Se sentó bajo un algarrobo, arrullado por el canto de sus nuevos amigos, sabiéndose conquistador de lo más preciado, de eso, que permanentemente se cruza ante las narices de la gente pero que absortos en minucias lo dejan pasar para luego lamentarse por no tenerlo.

lunes, 17 de noviembre de 2008

CRISIS


Plomiza tarde de noviembre, de nubes bajas, calor y aire estático.
Si tuviera presencia física le haría oír mis furibundas razones para estar disgustado con ella.
Los gatos panza de costado boqueando, hartos, apáticos, desparramados por el patio compartiendo mi abúlico estado.
Acercaría con malicia un alfiler al globo de la paz reinante para que el estampido al menos moviera el aire.
Quieta espera, incómoda demora, la inminencia de un cambio que no acaba de efectuarse, presencia de esa cuestion enervantes que tiene el estar pendiente cuando las cosas que no dependen de uno.
El gato negro bajo el rosal blanco levanta las orejas en dirección este, los otros dos lo acompañan a coro con sus cabezas, truenos para mí inaudibles auguran la esperada transformación.
Gutural sonido como venido de las entrañas de la tierra despertándome un reverente y ancestral sentimiento de zozobra se despliega entre las nubes, los truenos ya están aquí y empiezan a sacudir la densa atmósfera.
Los tres se esconden, yo salgo mirando directo al cielo, acompañado en mi soledad por millones de ancestros, con el espíritu lleno de asombro, tratando de apropiarme de los cambios que se suceden sólo con mirarlos, dedos luminosos se riegan en todas la direcciones.
Caen tímidas las primeras gotas, luego el cielo se vacía en el patio de mi casa, mojando las sillas, las plantas, las baldosas, manchas negras de forma circular se unen hasta cubrir con un manto oscuro todo lo que tocan.
Rostro al cielo, sonrisa plena, descompresión, frescura, torrente que lava por fuera, que barre por dentro, ideas muertas son arrastradas, se hincha el pecho, braman los dioses, brazos abiertos, fuego y agua, nacimiento y muerte, todo en un instante eternamente ínfimo, y yo pequeño metido adentro, y yo inconmensurable metido adentro…

viernes, 7 de noviembre de 2008

HOLYWOOD


Baúles, estatuas, adornos, con aspecto raído y envejecido, todos puestos en sus estanterías, mostrándose para venderse, cuanto más viejos parecen más caros son.
Ropa con cortes, deshilachados, desteñidos, jirones y mal cosidos, zapatos de cuero desgastado, manchado, puestos en maniquíes, en perchas, nuevos con apariencia envejecida, cuanto más viejo más caro.
Muebles con estéticas antiguas, con tratamientos para mostrar un paso del tiempo que no ha ocurrido, igualmente, cuanto más antiguos parecen, más caros son.
Leí una vez “La gente no quiere leer, más bien, le encantaría haber leído”.
Retacitos, pedacitos pequeños que vamos tejiendo para embáucanos, para mentirnos.
Excéntricos destinos nunca visitados, trofeos como recuerdo de lugares no conocidos pueblan nuestras casas despertando el asombro de los visitantes, hablan los objetos de vivencias no ocurridas y de viajes inexistentes.
Abrazamos el buzo raído, lo olemos e imaginamos historias inciertas, nos encanta que nos halaguen ese pedazo de historia ficticia puesta sobre la piel, nos hubiera gustado haberlo tenido cinco años con nosotros, pero la moda es tan cambiante.
Cuanto más viejo más estilo, mejor apreciado el mobiliario de la casa, y nos sentamos en ese sillón de fundición que es una tortura para la espalda, pero que engaña tan bien a los sentidos que nadie pensaría que fue hecho el año pasado.
Invalidando experiencias, menospreciando el pasado, avergonzándonos de las verdaderas herencias, deshaciéndonos de nuestras raíces, comprando origenes mejores, más glamorosos, más acordes a nuestras pretensiones, entrando todos en el juego de mentirnos y creernos, de libros, ropas, lugares y personas que nunca pasaron usados para tapar viejas verdades.
Tal vez algún día el pueblo del lejano oeste muestre ser solo una escenario montado en el medio del desierto para filmar una película de vaqueros. Un artificio para entretener al público. Solo fachadas con palos detrás. Tal vez, si tenemos suerte un remolino se lleve envuelto las apariencias y podamos confrontarnos con la maravilla subyacente que ignoramos ser. Tal vez.
Mientras, compramos historia, y la pagamos cara.

lunes, 3 de noviembre de 2008

BOCANADA


Juan se levantó temprano en contra de su propia voluntad, tomó café del día anterior mirando al quipo de mate en su bandeja, se vistió añorando una ducha mientras sus axilas picaban por el desodorante añejo, pensó en los zapatos y se puso las zapatillas, ignoró el dolor de piernas del partido de Paddle del domingo mientras abría la puerta de calle en lugar de la del garaje e inspiró profundo ante el día que comenzaba. Ignorando las señales de calor aceleró el paso y extrañó el la música del MP3 en medio de las bocinas de los autos, saludó a la gente en contra de sus deseos y no en todos los casos fue gratamente saludado, deseó una gaseosa Light pero al no haber traído dinero tomó agua del bebedero de una plaza, después trotó un rato hasta que le dolió el costado y descansó panza arriba en el pasto haciendo caso omiso de lo que su cabeza decía que la gente podía comentar…
Nubes y el azul inmenso.
Luego volvió a su casa como quiso, se dio una ducha porque así lo dispuso, más tarde se pondría los zapatos que añoró más temprano, escuchó música mientras la tibia agua lo limpiaba y gozó el aroma del exquisito jabón.
Esa tarde, en el trabajo, Juan estuvo irreconocible como desde hace algún tiempo y por una vez en la semana. Más vivaz, tranquilo, positivo, bien dispuesto y por sobre todo descansado.
El miércoles nada parecía mover a Juan de su centro.
En ese único día a la semana, él solía tomarse el tiempo para ignorar todo aquello que su mente le dictara y hacer lo opuesto de lo que normalmente haría: Hoy fue el parque, la próxima sería el Shopping, la otra un pasaje a un paraje incierto.
Juan elegía los miércoles antes del trabajo para extrañarse.
A Juan le gustaba tomarse vacaciones de sí mismo.