Hay gente que explica la paternidad como una suerte de ruleta, donde el azar distribuye hijos cualquieras a padres cualquieras.
Otros atribuyen las correspondencias entre hijos y padres a través de la teoría del karma justificando las reuniones a partir de entender que ambos ya se han visto en vidas anteriores y que a partir de haberse relacionado previamente, ya tiene una historia en común y se juntan a seguir escribiendo esa historia que ha empezado allá atrás en el tiempo.
Una tercer alternativa, la cual es también una simple teoría, dice que el libre albedrío del que nos hace objeto Dios, tiene una implicancia tan profunda que abarca incluso el momento antes de nacer, y que es en ese momento donde, antes de tener cuerpo físico, nos ponemos de acuerdo en función de lo que cada uno entiende que debe aprender en la vida, haciendo con los demás un trato sobre de qué manera han de actuar para que uno aprenda determinada lección que consideramos importante. Es decir, antes de nacer repartimos los papeles de la obra de teatro que será la vida. O sea, que somos en parte responsables de haber escrito el personaje que nuestros padres han de actuar para que podamos aprender lo que queríamos aprender. Tan grande es la libertad que nos cede nuestro creador que se expresa incluso antes de nacer. Es por eso que de nuestros padres obtenemos las herramientas que nos han de permitir movernos en la vida, ya que si bien podernos aprender de todos, son nuestros padres los maestros más importantes en la vida.
Si hecho un ojo a mi vida me doy cuenta sin hacer mucho esfuerzo que las cosas más valiosas que poseo para avanzar y hacerme lugar en un mundo que no regala nada, son gracias a haber tenido los maestros que he elegido. Es cierto que muchas lecciones han sido duras de aprender, pero es igualmente cierto que cuanto mayor ha sido el barro que he tenido que soportar, más grande ha sido la pepita de oro que he podido atesorar.
Nuestros padres no son perfectos, simplemente, son lo mejor que jamás pudimos haber encontrado para ser nuestros maestros de vida.
Así entendemos que ellos hacen su mejor esfuerzo cada día, y los resentimientos empiezan a desaparecer.
Cuando comprendemos que aceptaron su papel en nuestra obra de teatro, entendemos de su actitud profunda de servicio a nosotros aún cuando nos hagan rabiar por alguna incomprensión pasajera.
No hay reglas que seguir y no hay posible acceso a leer la obra de teatro antes de actuarla, por eso es importante estar atentos y siempre, siempre poner lo mejor de nosotros.
Ellos hicieron y hacen su mejor esfuerzo.
Hagan con cariño y placer, cada día, su mejor esfuerzo.
La perfección ya existe en nuestras vidas, solo espera ser descubierta.
