miércoles, 28 de mayo de 2008

CASCADA


Muchos millones de bolitas bajan por un plano inclinado.
Todas a la vez.
El choque de unas con otras hace que cambien el rumbo para siempre.
Todas transitan.

Algunos piensan que es una estampida desordenada.

Otros pretenden un diseño inteligente en cada recorrido.

Algunos sienten que si atan varias bolitas, hace que la bajada sea menos vertiginosa.

Otros sienten que atarlas entorpece la bajada.

Algunos dicen que el final del plano no es visible desde ningún ángulo.

Otros pretenden que no hay final.

Muchos millones de bolitas bajan por un plano inclinado.

viernes, 23 de mayo de 2008

LO IMPORTANTE


Encendimos el cronómetro y salimos. Una hora de caminata, pactamos. Debatimos sobre si era o no buena idea pasar a la vuelta por el supermercado, por eso de que uno se transpira y cuando se detiene se enfría y termina enfermándose. No había galletas ni fernet, decidimos pasar por el súper a la vuelta. Transcurrimos la ida hablando de cómo lidiar con la gente, que cada día está mas loca, convinimos, olvidando que somos gente también. Quería seguir de largo, pero se hacía tarde y empezó a refrescar. Media hora de ida, media hora de vuelta. Compré incienso, mirra y alcanfor en la santería, me quedé pensando en la idea de “santería”, me pareció cómico, irrespetuoso, me gustó. La mujer hablaba de los beneficios del alcanfor, vos te movías de aquí para alla en seis por seis baldosas. Es importante no enfriarse. La señora te miraba. Luego compramos las galletas y el fernet, agregamos papel de cocina, todo más barato que en el otro súper. Cuando me muera encárgate de tirar mis cenizas por el inodoro y tira la cadena, te dije. Me pegaste con la bolsa del los rollos de cocina y me dijiste que no era tema para hablar. Qué mejor tema que pasando frente al cementerio, te dije divertido. Agregué algunas otras irreverencias más. No me prestaste más atención, apuraste el paso. Es importante no enfriarse. Es divertido estar vivo, dije. Del otro lado debe ser divertido también, dijiste. Si hay otro lado, dije. Lástima que esto se va a acabar algún día, agregué. Suerte que esto se va a acabar algún día, pensé. Aceleramos el paso. Lo importante es no enfriarse.

miércoles, 21 de mayo de 2008

TALLA


Calle gis y los zapatos haciendo eco en la madrugada de mayo. Lluvia finita de esa que te enfría la cara y no deja ver bien, ni te digo si usas lentes; las persianas de los negocios cerradas hasta el piso, grandes candados, basura cerca del cordón, en los canastos, en la vereda, en la calle, ¿A qué hora pasará el camión recolector?, se pregunta. Aprieta los brazos contra el cuerpo, hace frío para ser esta época del año.
Acababa de despachar a Laura, era la número “n”, ya había perdido la cuenta de cuántas eran, y como no tenía por costumbre anotarlas, se olvidaba, no le gustaban las listas, le hacían acordar al servicio militar.
Al llegar a casa ella le estaba esperando. Ella siempre estaba. Era perfecta.
Sólo un poco silenciosa.
Ahora que Laura se había ido para siempre, ella parecía satisfecha, e incluso con un renovado ánimo que se reflejaba en el color de sus mejillas y la comisura de sus labios.
Laura no había dado la talla.
Hay ropa que cuando la compras te puede quedar un poco grande o chica, pero que con el uso se va acomodando a la forma de tu cuerpo, hasta que te olvidas de que al principio no te quedaba.
Había habido intersticios, espacios que ella había tratado de llenar en los seis meses viviendo juntos. Él creía que incluso la que aún estaba a su lado de modo permanente, incluso ella, parecía haber modificado su forma para contener a Laura.
No había sido posible.
Ella era silenciosa porque no tenía boca, no tenía pelo, pero tenía ojos para mirar.
Y hambre.
Solitaria compañía la de ella, como un molde de yeso, que vale no por su forma exterior, sino por el vacío que alberga dentro. La “contraforma” le habían dicho una vez.
Ese vacío que había tragado “n” personas.
Ella tiene hambre. Siempre.
Otoño 58.
Se preguntaba si la solitaria compañía le servía, después de todo no se podía hablar con ella, mucho menos discutir, ella era su hija y su madre, era todo lo que él esperó siempre de una mujer, el parangón contra el cuál medirlas, el espacio a llenar, el entramado de expectativas, los que ellas deben, lo básico elemental necesario, el requisito previo, la presencia de la ausencia, ausencia con forma, contraforma, contraforma a llenar…
Se quedó mirando la pared mohosa, el vapor del mate separándolos, como fijando la vista en un par de ojos ausentes, “Laura”, pensó, como un suspiro, como una ausente ausencia…

lunes, 19 de mayo de 2008

MÁS CERCA


- He venido escapando de esto hace tiempo, pero supongo que toda persecución tiene un final y creo estar llegando al mío, y te aseguro que no es por falta de ganas de huir, ganas quedan y muchas, lo que me falta es energía.
- Ya no puedo dejar pasar que esa corbata no dice nada de mi, estos zapatos, el color de las paredes del comedor, la persona que habla desde la tele mientras tomo una sopa casera deshidratada de las que vienen en coloridos sobres individuales.
- No puedo evitar más el diálogo paralelo que se abre en mi cabeza cuando estoy hablando con alguien, no importa cuanto intente, y esto me hace cuestionar sobre la identidad del sujeto que habla y contesta pues con cada interacción me voy identificando más con el que musita en esa oscuridad plena de coherencias.
- Después de mucho andar arribo a la idea de que estoy más cerca en la medida que más me alejo, pues, como sabes, nada puede ser apreciado si no tomas una distancia prudente.
- Si puedo pensar y sentir sobre lo que pienso y siento: ¿Quien observa a quién y quién observa al observador?
- ¿En que pliegue se ha quedado mi verdadero ser?
- ¿Soy alguno, todos o ninguno?
- En las complejidades, de a poco, voy conquistando la simpleza.
Dicho esto me abrazó como era nuestra manera cotidiana de despedirnos y por alguna razón que no alcanzo a entender, ése y todos los abrazos que le siguieron al de aquél día fueron “igual” de “diferentes”...

TARDE DE PILETA


Si tratas de hundir un juguete inflable de seguro te requerirá un esfuerzo equivalente a la cantidad de aire que quepa en él.
Si tratas de mantenerlo sumergido de manera permanente, te requerirá un esfuerzo permanente.
Si tratas de mantener bajo la superficie a dos o más de ellos, es probable que pases una tarde de pileta muy aburrida, subido sobre ellos tratando con tus extremidades de que no se zafen, evitando de este modo, que los demás puedan burlarse al ver lo que ocultas con tanto esfuerzo.
Cuanto más aire, más empuje hacia arriba, cuanto más profundo, más empuje hacia arriba, cuanto más tiempo sumergido, más cansancio, por ende mayor sensación de empuje hacia arriba.
Si además hay otras personas en la pileta y como parte de la diversión te arrojan pelotas u otros juguetes inflables, es probable que te den en la cara, ya que no tendrás fuerza o extremidades extra para atajar el impacto.
Cuanta más vergüenza, más empuje hacia arriba, cuanto más ira, más empuje hacia arriba, cuanto más tiempo sumergido, más cansancio, por ende mayor sensación de empuje hacia arriba.
Si además hay otras personas en la habitación y como parte de la diversión te arrojan culpas u otros juguetes inflables, es probable que te den en la cara, ya que no tendrás fuerza o extremidades extra para atajar el impacto.
Si tratas de hundir un mal recuerdo de seguro te requerirá un esfuerzo equivalente a la cantidad de sentimientos que quepan en él.
Si tratas de mantenerlo sumergido de manera permanente, te requerirá un esfuerzo permanente.
Si tratas de mantener bajo la superficie a dos o más de ellos, es probable que pases una tarde de pileta muy aburrida, subido sobre ellos tratando con tus extremidades de que no se zafen, evitando de este modo, que los demás puedan burlarse al ver lo que ocultas con tanto esfuerzo...

jueves, 8 de mayo de 2008

VELOCIDAD


- No te estoy recriminando nada, sólo te digo mi opinión...
Dijo ella jugueteando con el borde de la servilleta de papel y los antebrazos rodeados de manchas de café que amenazaban sus blancas mangas.
Él miraba por la ventana, y aunque podía oírla, su mirada se había enganchado en un anuncio de pasta dental adosado al costado del sesenta.
De a ratos tenía la impresión que su silla se movía hacia atrás, la mesa y el café entero se movían también en dirección opuesta al fluir del tránsito, como en los andenes de las estaciones, donde uno va caminando al lado de un tren que comienza la marcha y aparece la esa sensación de desplazamiento en sentido contrario.
Oía las mismas palabras y le quedaba claro que él sin moverse iba en dirección contraria a la de ella.
El café seguía moviéndose hacia atrás, hacia el río, y tal vez, sólo tal vez – Pensó él- se hundiera con ellos metidos dentro, inundando la estancia, logrando que ella se moviera más lento al estar en un medio más denso, y le permitiera alcanzar el estribo del último vagón de ese tren que sabía lleno de reproches e incomprensiones, pero que valía la pena tomar ya que pensaba, podía ser el último.